A mi querida nieta,
Te escribo esta carta en octubre de 2020. Quiero que acudas a ella cuando estés triste, desanimada y te falten las fuerzas para luchar y seguir adelante.
Este año, tu abuelo y yo íbamos a casarnos. Llevamos más de 14 años de novios, algo que a día de hoy, te resultará impensable. No creas que en nuestra época era algo habitual una relación tan larga. Es más, dentro de nuestro entorno, somos una excepción.
No sé cómo estarán las cosas cuando seas mayor y leas esta carta, pero ahora el panorama es este: muchas personas huyen del compromiso, no quieren responsabilidades, la tasa de divorcios es altísima, los valores de familia se están perdiendo y la infidelidad es el pan de cada día. Desconozco cómo lo verás a tus años, con tu perspectiva y contexto, pero a mí me cuesta mucho entender que primen este tipo de relaciones.
Bueno, como te decía, el 29 de agosto de 2020 íbamos a casarnos. En nuestro viaje a Nueva York y México, el abuelo me pidió matrimonio. Fue un día muy emotivo y especial. Estábamos eufóricos con decírselo a nuestros amigos y familiares, ya que llevaban mucho tiempo con ganas de recibir esta noticia. Así que nos pusimos manos a la obra: quedamos con ellos, les hicimos un original vídeo… Todos estaban muy contentos porque era #UnaBodaDeseada. Mucho.
Así que comenzamos con los preparativos. Buscamos la Ermita, la finca, el fotógrafo, las flores, el vestido, hicimos las invitaciones, las entregamos… Todo iba sobre ruedas hasta el 13 de marzo. Un día que llevaremos marcado de por vida. Y es que, ese día, en España, se decretó un Estado de Alarma por la llegada masiva de una pandemia mundial: el Covid.
Posiblemente lo hayas estudiado en el Colegio o Instituto (no sé cómo serán los planes de estudio en tu época). A lo mejor te suena. Quizá no. Pero para eso estoy hoy aquí, para contarte lo que ocurrió con nuestra vida y con nuestra boda. Y cómo nos afectó.
Ya nos hemos encargado de que todos nuestros hijos conocieran la historia. Tu abuelo dice que soy muy pesada y que la he repetido 100 veces, pero no me canso de hacerlo. Abre bien los ojos, escucha atentamente. Y sobre todo, siente, ponte en nuestra piel. Es lo más inteligente que puedes hacer: intentar comprender y ponerte en el lugar del otro. Es el mejor consejo que puedo darte y el legado que os pretendo dejar a todos.
Como te decía, en marzo, tuvimos que encerrarnos en casa para evitar el contagio y que el virus se propagara. No podíamos salir, solo para ir trabajar, al médico o a la compra. El abuelo y yo teletrabajábamos desde casa (entiendo que ahora es lo más normal del mundo y lo hacéis todos, pero en nuestra época supuso una importante novedad). Fueron meses muy duros, en los que estábamos aislados y no podíamos ver a ningún ser querido. Y así estuvimos más de cuatro meses, en los que el miedo y la incertidumbre eran nuestra única compañía.
Las noticias aquellos meses eran muertes, nuevos contagios, infectados, la grave situación de los hospitales… Hasta que, poco a poco, fuimos recobrando parcelas de nuestra libertad. Primero, pequeños paseos. Después, se fueron abriendo los desplazamientos entre ciudades, luego entre comunidades. Y así.
Pero siempre con la mascarilla y manteniendo la distancia de seguridad. Los ánimos estaban muy caldeados, teníamos miedo a contagiarnos, pero sobre todo, por los nuestros.
La situación y el asilamiento hicieron que mucha gente se volviera desconfiada e individualista. Una pena, la verdad. No había ganas e ilusión, no había planes.
En junio, la cosa seguía sin mejorar. Recuerdo que esos días estábamos más pegados que nunca a la televisión (un aparato que teníamos en el salón y en el que emitían noticias, y programas de entretenimiento) y a todos los medios de comunicación. Apenas faltaban dos meses para la boda. Queríamos estar informados acerca de las limitaciones que iban a poner y cuál sería la normativa al respecto.
El tiempo avanzaba, se nos echaba encima. La familia y amigos empezaban a interesarse sobre qué íbamos a hacer. Llegó el momento de tomar una decisión. Fue muy complicada: ¿Seguir adelante con la boda o posponerla?
Se nos planteaba un dilema. Pero finalmente, tras darlo muchas vueltas, decidimos aplazarla al año siguiente. Muchos invitados iban a ir con miedo, otros no iban a asistir. Fuimos responsables y prudentes y, con todo el dolor de nuestro corazón, pospusimos.
Además, las medidas que se nos exigían rompían con nuestra boda soñada. Había aforo máximo, nos suprimían la barra libre y el baile (y ya sabes, lo que nos gusta al abuelo y a mí marcarnos un “agarrao” en la pista).
Lo que más nos costaba era hacernos a la idea de que no podía haber contacto físico con los nuestros. Nada de besos y abrazos. Era muy duro.
Recuerdo lo sensible que estaba aquellos días. Tenía las emociones a flor de piel. Todo me afectaba. El día que teníamos que haber celebrado la boda (lo que bautizamos como “la no-boda”) experimentamos una sensación agridulce. Mezcla de pena por ver cómo avanzaba el día ante tus ojos sin que pudieras hacer nada para evitar cambiar las cosas. Con la tranquilidad de sentir que habíamos hecho bien las cosas.
Tenía varias amigas y conocidas que estaban en la misma situación. Nos escribíamos por wasup (un chat instantáneo que se llevaba aquellos años) para preguntarnos cómo estábamos.
De ahí surgió la idea de crear un blog. Y así lo hice. Creé junto al abuelo, que me ayudó muchísimo, un espacio para dar apoyo a todas esas parejas (que eran muchas) que estaban pasando por lo mismo y que querían sentirse parte de algo. Así es como nació #UnaBodaDeseada.
Supongo que habrás visto por casa algún dossier o foto del blog que todavía conservo o el logo. La verdad es que este proyecto me devolvió la ilusión. Siempre me había fascinado el mundo de las bodas, por eso estudié mi máster de eventos.
Lo que intento transmitirte con esta carta es que de algo malo y negativo, puede surgir algo bueno. Así me paso a mí con la suspensión de la boda. Intenté dar la vuelta a la situación para animarme y motivarme y me centré en crear el blog.
Perdona por la extensión, pero ya sabes que cuando me pongo a hablar, no paro (como dice el abuelo).
Te quiero mucho, mi niña y espero que siempre luches por tus sueños. En esta vida, nadie te regala nada. Y eso es algo que se mantiene y no entiende de épocas.
Me ha encantado la entrada, muy original la idea de la carta 🙂
Me alegra mucho que te guste. Quería un contenido diferente para terminar la semana, algo más emotivo, que nos invite un poco a reflexionar. Gracias por pasarte por aquí! Un abrazo,
Qué bonito !!!! precioso viaje en el tiempo…. muy bien explicado cómo se puede sacar algo bueno de una situación triste o negativa, es una de las mejores cosas que se puede aprender en esta vida. Deseando ver cómo os marcáis “ese agarrao” cuando se pueda celebrar por fin vuestra boda. Un besazo
Muchas gracias por tu comentario Pilar. Nosotros también tenemos muchas ganas ya de marcarnos ese «agarrado» en la pista. Soñamos ya con la nueva fecha, aunque todavía quede tiempo. Totalmente de acuerdo en que el mejor legado que podemos dejar a los nuestros es la valentía de seguir hacia adelante y los valores. Un abrazo! Beatriz.
Ay Beatriz! Que post tan bonito!!!
Me ha encantado!!!!!
Que idea más maravillosa el viajar en el tiempo y ver cómo será el momento en que le contemos esta vivencia a nuestros nietos. Es triste lo que estamos viviendo e histórico y que mejor manera que contarles historia así, sacando lo positivo de lo malo e inculcando unos valores increíbles.
Me ha parecido precioso, de verdad! Espero en un futuro, poder contárselo a mis nietos , así de bien. Gracias!🥰
Hola Aroa! Me alegra mucho tenerte de nuevo por aquí 🙂 Qué bien que te haya gustado el post y la carta! Estoy de acuerdo, es el mejor legado que podemos dejar a nuestros hijos y nietos: la capacidad de lucha y el no rendirse nunca. Tendremos que contarles nuestra historia y vivencias con la boda, porque aunque lo hemos pasado mal en este proceso, forma parte de nuestra vida e historia y han de conocerla. Un abrazo enorme!